Uno de los aspectos más importantes durante un encuentro sexual, es la velocidad con que
cada uno de los amantes va pasando a la siguiente “etapa”, entendiendo por etapa a una acción
considerada como más íntima, más atrevida o más profunda por cada uno de los integrantes de la
pareja.


Es más común que la mujer o la parte más femenina de la pareja, desee ir más lento que su
contraparte masculina. La naturaleza lunar o “yin” de la mujer trae como resultado que el tiempo
de llegar a un punto de excitación física, emocional y mental, sea más largo generalmente que el
del hombre; sin embargo ella misma puede llegar a confundir esos tiempos y adelantarse con su
sexualidad y con el momento en que decide tener un orgasmo, para luego sentirse frustrada por no
haber esperado a su corazón. Estas sutilezas son poco entendidas por hombres y mujeres de todas
las edades, en especial los jóvenes que comienzan a experimentar su vida sexual.


Uno de los problemas que surgen cuando el hombre se adelanta y tiene movimientos
enérgicos al penetrar a la mujer cuando ella no está lista física y/o emocionalmente, es que ella se
puede sentir como un objeto sexual, y en muchas ocasiones no llegar a experimentar un orgasmo.


Esta situación ocurre tanto en parejas que han estado juntas por muchos años como en
encuentros casuales o parejas de poco tiempo.

Lo femenino tiene el control.


A menos que el encuentro ocurra con un hombre francamente violento y abusador, situación
que debería ser motivo para que la mujer decidiera no volver a tener un intercambio con ese
hombre, la mujer es quien tiene la sensibilidad para ir indicando de manera abierta, sutil o
enfáticamente, cuál es el ritmo que desea llevar en la relación. Qué tanto tiempo necesita charlar
antes de un beso, qué tantos besos y miradas directamente a los ojos requiere antes de pasar al
desnudo, al sexo oral, a la penetración y demás juegos sexuales que elijan; y cuantas veces
necesita parar, tomar un respiro y continuar.


Existen afortunadamente hombres con una parte femenina muy desarrollada; es por eso que
aclaro, que es “lo femenino” quien lleva el control en la relación, no necesariamente la mujer. Este
tipo de hombre con un gran contacto con sus sentimientos y una capacidad loable de empatía con
su pareja, es capaz de conducirla al éxtasis y de enseñar incluso a su compañera a conocerse
mejor en cada encuentro.


El sexo: un encuentro con Dios o con el Diablo.


Una relación sexual, puede ser un encuentro con lo desconocido, con lo divino y más
profundo de nuestro ser; o bien con lo más atemorizante de la condición humana, el vacío, el sin
sentido y la cosificación.


No vamos a hablar aquí de abuso sexual hacia una persona que definitivamente no desea
tener una relación sexual y es forzada a ello por personas que momentáneamente tienen una
situación de más poder sobre ella. Solamente estamos mencionando a aquellas parejas en las que
ambas partes desean tener un intercambio sexual, aunque muchas veces no exactamente en los
tiempos en que este va llevándose a cabo o de la manera en que acontece.


Se vive como “abuso” cualquier avance más allá del que la pareja está preparada para
recibir.


Esta situación, como mencionábamos, puede ocurrir inclusive en parejas bien avenidas, con
muchos años de convivir. Llegan momentos en que alguno de los dos fue más allá de los límites del
otro y la situación deja un vacío, en lugar de un contento y una sensación de completo.


Matrimonios de muchos años, es común que decidan no continuar con su vida sexual, debido
a que alguno de los dos o ambos, han perdido el “deseo” por el otro, o el “deseo sexual en general”.
Lo que en estos casos se ha perdido es la capacidad de “sincronizar” o “poner a tiempo” los
pensamientos, emociones y expresiones eróticas entre ambos, debido al miedo que da enfrentarse
a la posibilidad de perder la estabilidad neurótica (pero al fin estabilidad), que ha tomado tanto
tiempo instaurarse en cada uno de ellos.


No nos enseñan cómo amar.


En las asignaturas que cursamos los jóvenes en la escuela y la universidad, no hay hasta
ahora una asignatura referente a la “maestría del amor”. Es así, que muchos de nosotros crecemos
sin saber siquiera cómo mirar a los ojos o cuáles son las fantasías, posturas y detalles que nos llevan
a una excitación completa, más allá de las condiciones de la pareja con quien elijamos compartir
nuestra intimidad.


Afortunadamente existen un sinnúmero de ejercicios de conciencia y técnicas de manejo
de energía sexual que nos pueden llevar a lograr una vida sexual excitante y capaz de ayudarnos a
incrementar nuestra salud física, emocional, mental y conectarnos con el plano del Espíritu.
En este artículo me enfoqué en la velocidad, por lo cual te compartiré un ejercicio
enfocado a que logres más conciencia en este aspecto.


1.- Elige un momento sin distracciones en el que cuentes con tiempo suficiente para
compartir con tu pareja. Al menos dos horas.

2.- Prepara el ambiente con elementos que a ambos les agraden, como flores, velas,
incienso, alguna fotografía que los inspire o recuerde momentos agradables.

3.- Desconecta cualquier electrónico que pueda interrumpir el momento.

4.- Siéntense o acuéstense de manera que puedan mirarse a los ojos.

5.- Pueden tomarse de la mano o apoyar sus brazos uno en el otro, pero sin acariciarse. La
inmovilidad del cuerpo ayudará a que la atención pase a la mirada.

6.- Cada uno observará solamente los ojos de su compañero, teniendo en cuenta que van a
alternar la atención de un ojo a otro, ya que es imposible ver los dos al mismo tiempo; sin embargo
no es necesario quedarse determinado tiempo en un ojo o el otro, sino que pueden estar más en
uno, pero siempre procurando que por lo menos un momento se mire el otro ojo.

7.- ¿Qué sientes al mirarme? Preguntarán mutuamente y escucharán.

8.- ¿Hay algún recuerdo o pensamiento que surja?

9.- Cuéntame si aparece algún deseo.

10.- Si todo fluyó en armonía, la pareja acercará su cara al compañero y comenzarán a
respirar tan cerca el uno del otro , que puedan, tanto olerse como llegar a respirar el aliento del
otro, sin llegar a besarse aún. Sólo se podrán rosar con la punta de la nariz.


Este ejercicio, al que he llamado “El Aroma de la Mirada”, es el primero de una serie de
diez, que pertenecen a un ejercicio más grande que nombré como “La Escalera al Cielo”.

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